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martes, 27 de noviembre de 2007

Articulo refutado

Sergio Villalobos R.
Araucanía: Errores Ancestrales
(El Mercurio, 14 de Mayo, 2000, pág. A2)
En los últimos tiempos se ha hecho corriente hablar de derechos ancestrales para apoyar las demandas de los descendientes de araucanos. Sin embargo, ésa es sólo una verdad a medias, porque los antiguos indígenas de la Araucanía fueron protagonistas de su propia dominación.
Ese es un hecho universal, repetido en todas partes donde una cultura avanzada se impuso a otra menos evolucionada. Fue el caso en toda América, en la India, en la China y en África, porque una conquista no es sólo una imposición de los dominadores, sino también una absorción por los dominados. Fatalmente, un pueblo en vías de sumisión, a pesar de su lucha defensiva, cae en la tentación de los bienes que trae el invasor, porque le atraen, se les hacen necesarios y su posesión otorga prestigio, a la vez que, como elementos técnicos y armas, sirven en las disputas internas y externas. Por ese camino se produce una aproximación a la cultura del otro y se desarrolla el mestizaje físico. El pueblo sometido cae en su propia trampa, originándose una realidad que nadie pensó. Es lo que ocurrió y sigue ocurriendo en la Araucanía. También el dominador recibe alguna influencia del sometido, aunque menos significativa.
Cuando los guerreros araucanos vieron los caballos y se deslumbraron con las armas de acero, procuraron hacerse de ellas. El hierro les era desconocido y descubrieron su enorme utilidad; los espejos, cintas y baratijas eran novedosos y lucidos; pero el aguardiente y el vino fueron la mayor tentación, debido a su alto grado alcohólico y duración, que los hacía muy superiores a la chicha.
Los dominadores, por su parte, requerían de alimentos, ponchos y ganado desde que este último fue propagado al sur del Biobío.
El simple robo de especies de un comienzo por los indígenas se transformó luego en un provechoso comercio que beneficiaba a los dos pueblos.
Inevitable fue el roce sexual, efectuado en gran escala durante las entradas del ejército, en los lavaderos de oro, en el trabajo de las encomiendas, en el contacto en estancias y puestos fronterizos y a causa de la presencia de cautivas en los levos. También la esclavitud de los araucanos, vigente durante parte del siglo XVII, contribuyó al mestizaje e igualmente la venta de mujeres y niños practicada por los mismos naturales.
El mestizaje predominó al norte y al sur del Biobío, al punto de que las fuentes históricas del siglo XVII señalan que sólo por excepción, en rincones muy apartados, quedaban indios puros. Desde entonces y hasta el día de hoy, los llamados araucanos - eufemísticamente, mapuches- no son más que mestizos, aunque sean notorios los antiguos rasgos.
En el orden natural hubo actitudes ambivalentes. Por una parte, se mantenían las tradiciones y costumbres y, por otra, había una aproximación a la cultura de los dominadores. Tempranamente algunas agrupaciones comenzaron a hablar el castellano y con el correr del tiempo se generalizó su uso, aunque hubo comunidades o individuos recalcitrantes que aún pueden encontrarse como curiosidad.
La religión y la moral cristiana también influyeron en la vida araucana, aunque con grandes tropiezos y sólo a medias. Ideas tales como la del bien y el mal, el castigo y la recompensa, se abrieron paso. La justicia en lugar de la venganza, la monogamia y la condena de la homosexualidad, que era una práctica corriente, se impusieron a la larga.
La lucha de los araucanos contra los españoles y los chilenos tuvo una duración e intensidad mucho menor de lo que se cree. Fue intensa hasta 1662, para luego disminuir de manera apreciable y transcurrir largos períodos sin acciones armadas.
Se habían impuesto las relaciones pacíficas, convenientes para todos, generándose una vida fronteriza, en que la misma intensidad del contacto causaba los pocos choques violentos.
La paulatina derrota de los araucanos se debió a que no presentaron un frente unido, porque estuvieron divididos ante los españoles y chilenos. Unos resistieron tenazmente, pero otros colaboraron con los dominadores y se adaptaron a la vida de sumisión por las ventajas que obtenían de ella.
Cada vez que un destacamento incursionaba en la Araucanía, era acompañado por grandes conjuntos de indios de las cercanías del Biobío que marchaban contra sus hermanos de sangre para vengar agravios, satisfacer viejos odios y entregarse al pillaje. En el botín figurarían mujeres, niños y animales. Solían constituir las avanzadas, eran buenos conocedores de los pasos, conocían las triquiñuelas de sus rivales, ayudaban a cruzar los ríos, se empeñaban como espías, cuidaban de los caballos, procuraban agua, leña y alimentos. En la lucha se mostraban feroces, activos en la persecución e implacables para matar a los derrotados.
Gracias a esa colaboración se comprenden las victorias de hispanos y criollos. Cada partida militar de 200 a 400 hombres era acompañada por dos mil o tres mil guerreros nativos, denominados "indios amigos".
A medida que pasaron los años, los indios amigos fueron organizados de alguna manera y se colocaron "capitanes de amigos" a su frente, que eran soldados mestizos conocedores de su lengua y sus costumbres. Finalmente, contingentes de indios amigos fueron incorporados al Ejército, asignándoseles un pequeño sueldo.
Los levos que permanecían en paz y colaboraban con las fuerzas hispanocriollas y luego chilenas contaron con capitanes de amigos que secundaban a los caciques, ayudando a mantenerlos en orden y facilitaban el trato con los blancos. Los caciques recibían sueldo y se les concedía el uso de un bastón de mando con puño de plata.
En suma, los propios araucanos formaron parte del aparato de dominación. Al hacerlo recibían recompensas, beneficios y algunos honores; pero lo que más les atraía era disfrutar de las ventajas de la civilización material.
Es cierto que perdieron gran parte de sus tierras, empleadas fundamentalmente para la caza y la recolección, es decir, mal aprovechadas a ojos modernos; pero también es cierto que pudieron incorporarse a la producción agrícola y ganadera de mercado, intercambiando productos. Dispusieron de todo lo que aportó el europeo y el chileno: ganado vacuno, ovejuno y caballar, trigo, toda clase de árboles frutales y hortalizas, herramientas y utensilios variados, arados de acero, ropas y calzado industriales y en los tiempos actuales muchas cosas más.
No cabe duda de que renunciaron a derechos ancestrales, que aceptaron la dominación y que, adaptándose a ella, han mirado hacia el futuro.
Sergio Villalobos R.

Cifras negras

Estas son algunas conclusiones acerca del trabajo presentado en Pucón, en el congreso de Historia de Chile.
En definitiva, y teniendo presente que una considerable fracción de la población pehuenche tardía quedó al margen de las estimaciones, no parece aventurado presumir que ésta pudo bordear las 15.000 almas, antes más que menos, al decaer la dominación peninsular. Sin embargo, los padrones aborígenes se muestran los bastante mezquinos como para que, afincándonos en sus datos, logremos vislumbrar, en toda su riqueza intrínseca, la conformación demográfica de las entidades serranas. Esto es particularmente cierto en el caso de los contrastes demográficos que las matrículas de indios traslucen. Desconocemos, hasta qué punto la desproporción numérica de los sexos refleja una disparidad real o es meramente la expresión de yerros estadísticos tributarios de la premura, la negligencia o la simple ignorancia de los hombres que tuvieron a su cargo la elaboración de los registros censales.
Censo 1920
Concepción Ninguno
Arauco 4.980
Biobío 1.372
Malleco 11.813
Cautìn 58.303
Valdivia 19.967
Llanquihue 8.967

Consideramos entonces en 1920, un total de 120.000 mapuche, de los cuales la fracción pewenera llega a los 1.536
Existen entonces 3 aillarehue, uno de pehuenches, puelches y poyas, con un total de 40.000 almas. (Danneman, 1989)
De encontrarnos frente a la primera de ambas posibilidades, casi es de rigor preguntarse por el porvenir demográfico de una entidad étnica afectada por un desequilibrio de esta naturaleza, el cual, alguna traducción debió tener en los dominios de la natalidad, del crecimiento vegetativo y otros semejantes. A la luz de los antecedentes actuales, cualquier apreciación que sobre este particular pueda venirse deberá, al menos por ahora, someterse al beneficio de la duda.
Como quiera que haya sido, una población pehuenche hondamente aculturada y, en cierta medida, vitalizada por el aporte biológico de la etnia más pujante de los llanos —la araucana— mantenía, al declinar el orden colonial, su viejo arraigo al espacio andino. A diferencia de puelches y chiquillanes que tienden a desdibujarse o a disolverse étnicamente, los pehuenches de la primera centuria republicana lograron persistir, pero al precio de tolerar nuevas modificaciones de su textura cultural y de las formas sociales tradicionales.

viernes, 23 de noviembre de 2007

El bicentenario

La necesidad de cuestionar la identidad nacional es ciclica. Coyunturalmente, nuestro país está pasando por un proceso de abstracción de la realidad, desconociendo el movimiento socializador y regionalista de America; e interna, basado en la perdida de un aservo en lo social.
Este tipo de mecanica, afectado por el post modernismo y el deconstrucci0nismo, afecta las estructuras celulares de la sociedad. Estos cambios son canalizados en los medios, y aglutinados en diversas comunidades.
Los profundos cambios en la mecanica interna etnica generan espacios centrifugos de ruptura postmodernista, canalizado en areas rurales y fronterizas en la región.
La perdida de patrimonio cultural de muchas etnias, van generando espacios de resisistencia en el imaginario social que incuba un desenlace hacia la revolucion racial o etnica de los pueblos de Chile.
Considerar el plurinacionalismo, sin territorio, es como formular una epistemología sin doxa. Es de considerar como se gesta por medio de la casa otomana, la configuración racial de la identidad: Castellano vasca; Sin considerar el sustrato originario como madre fundadora, forma inicial de la primaria chilenia precarrerina.
La devoción a la patria es defendible solo con la inclusión, y la participación total. La revolución de los pueblos y de las identidades deberá ser la verdadera refundación de Chile.

Historia

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